“???”. Eso escibió Daniel Shechtman el 8 de abril de 1982 tras ver los resultados de un experimento que hoy, 27 años después, le condujo a obtener el Premio Nobel de Química. Y es que sus observaciones contradecían todo lo que entonces se sabía y creía sobre la naturaleza de los sólidos. Después de la duda y de la revisión de sus procedimientos, vino la certeza: sus observaciones estaban bien hechas. No pensaron lo mismo sus colegas. Uno de ellos, desdeñoso, le dio un manual para que se pusiera a estudiar; su jefe en Instituto Nacional de Estándares y Tecnología de EU (NIST), le pidió que abandonara su puesto de trabajo. Pero Shechtman insistió, convenció a tres colegas de que miraran sus datos y un par de años después lograron publicarlos. Una “herejía” de orden 10 Para los químicos, antes de Shechman, un sólido era aquel material cuyos átomos constitutivos están dispuestos de una manera ordenada y regular: los cristales. Así, un vidrio, por más que a nosotros nos dé ap...